«En Papantla, un hermoso pueblecito de México, me despiertan a las seis de la mañana los gritos desgarradores de un cerdo al que van a degollar en una pequeña carnicería adyacente a pensión donde duermo. No puedo dejar de pensar en una distinción que me va pareciendo cada vez más importante, a medida que pasan los años: me refiero a la que se da entre lo que cabe llamar una ética de proximidad, o más precisamente una moral de proximidad (que resulta natural y “fácil” para el ser humano) y una moral de larga distancia, que nos plantea por el contrario, desde hace siglos, un enorme desafío.
El cerdito degollado por el carnicero en Papantla no forma parte de la comunidad moral local: no le asiste la protección de las normas morales vigentes. Si un prójimo/próximo, vecino humano y miembro de la comunidad de Papantla, hubiera emitido esos gritos terribles en medio de la noche, sin duda hubiera recibido ayuda de los prójimos/próximos que estuvieran por los alrededores. Pero el cerdito no pertenecía al “nosotros” sociológico-moral. Y ésta resulta una distinción clave, como veremos más abajo: el “nosotros” (sociológico-moral) frente a “los otros”.» ~ Jorge Riechmann
Existe una discriminación igual de injusta que el racismo o el sexismo pero que permanece apenas advertida, hasta el punto de ser casi invisible. Es la discriminación en base a la especie: el especismo. Esto es, la idea de que es moralmente aceptable excluir de la igual consideración moral a otros individuos por el simple hecho de no ser humanos.
Otros individuos que no son humanos también poseen la capacidad de sentir, es decir, experimentan sensaciones [dolor, placer,...] y tienen intereses propios, como son el interés en vivir y evitar el daño. Son personas que sienten y sufren. Aunque no sean humanos. Aunque tengan un aspecto físico muy diferente al nuestro.
Sentir es básicamente la capacidad de percibir sensaciones. Es la capacidad que general el fenómeno de la subjetividad — el hecho de sentir implica que es alguien el que experimenta algo. El fenómeno de la sintiencia es el fundamento de lo que llamamos conciencia. Y es por esto que entiendo que todos los seres sintientes deberían ser considerados personas. Ellos no son cosas, no son objetos, sino que son individuos que sienten. Luego son personas.
Definir el concepto de persona según el criterio de la capacidad de sentir, la sintiencia, es definirlo de manera racional. Lo que sí es restrictivo e irracional, es defender que sólo son personas los seres humanos, o algunos de ellos, o solamente los individuos con cierto nivel de inteligencia.
Si lo que define básicamente al concepto de persona es su oposición al concepto de objeto —ya que todos los conceptos se construyen por delimitación y oposición—e ntonces el criterio racional que diferencia a una persona es la capacidad de sentir. Esta capacidad es lo que origina la subjetividad —el yo. Una persona es un sujeto, es decir, un ser consciente que puede sentir y tiene intereses; lo opuesto a un objeto —algo que no siente ni tiene intereses.
Por otra parte, no existe ninguna razón que justifique que las capacidades cognitivas o el nivel de inteligencia tengan alguna relación con el criterio para ser moralmente considerado.
¿Por qué, por ejemplo, la capacidad de poder sumar y restar debería tener alguna relación con la consideración y el respeto moral que cada individuo merece por sí mismo? Yo no la veo. ¿Por qué alguien que tenga un coeficiente intelectual de 180 va a merecer más consideración, en términos éticos, que alguien que lo tenga de 50? No hay ninguna razón que lo justifique moralmente.
La inteligencia no afecta el hecho relevante de poder sentir. De experimentar dolor o placer. De tener intereses básicos, como el deseo de vivir, de continuar existiendo, y de evitar el daño. Por eso señala Gary Francione:
«Es especista afirmar que la vida animal tiene un valor menor que la vida humana. Esto no significa necesariamente que debemos tratar a los no humanos del modo en que tratamos a los humanos para todos los propósitos. Significa, sin embargo, que para el propósito de ser tratado exclusivamente como un recurso para otros, todos los seres sintientes son iguales y no podemos justificar el tratar a ningún ser sintiente como un recurso.»
Esta discriminación especista viene determinada por la adoctrinación antropocéntrica que recibimos y la cultura especista en la que vivimos. Determinadas estas, a su vez, por una tendencia, por lo visto inherente a nuestra naturaleza, a discriminar a los que no pertenecen a nuestro grupo.
Todos los animales sintientes somos diferentes en muchas cosas. Pero somos iguales en lo más importante: todos igualmente sentimos, y, por eso, todos somos personas.
Sin embargo, me parece que difícilmente podremos tener una idea clara sobre la consideración moral que los demás animales merecen mientras sigamos viéndolos como seres inferiores que existen para nuestro beneficio y sigamos utilizándolos de comida, y en general tratándolos como nuestra propiedad —como simples medios para conseguir nuestros fines.
Cualquier intento de justificar el especismo y la explotación de animales valdrá igualmente para el racismo y la explotación de seres humanos. Si hemos comprendido y superado el racismo —y otras formas injustas de discriminación y opresión— también podemos comprender y superar el especismo. Por esto lo justo y correcto es basar nuestra vida en la ética del veganismo.
Articulo original Por Filosofía Vegana