En 1970 el psicólogo Richard Ryder creó el término especismo, para describir la discriminación moral basada en la especie. La forma de especismo más común en los humanos es el antropocentrismo; la creencia de que nuestra especie es superior o especial, por tanto tiene la facultad de usar y explotar al resto de animales con los que compartimos el planeta.
Es la discriminación basada en la especie, análoga al sexismo y al racismo, dichas actitudes discriminatorias son perpetuadas por la sociedad a través de la enseñanza, pero pueden (y deben) ser modificadas por esta misma vía. De muy jóvenes nos enseñan a respetar a nuestros padres, hermanos, abuelos... es decir, a nuestra propia especie. Por otro lado para los perros, gatos u otros individuos domesticados, nos enseñan a crear un vinculo afectuoso y utilitarista, y finalmente, al resto de animales a asesinarlos y explotarlos (ver articulo "especismo de preferencias"). Al crecer nos refuerzan todas estas actitudes con imágenes, publicidad y dinámicas que nos hacen creer que somos superiores y que los demás animales son nuestras propiedades.
Ese estatus de propiedad hace imposible que las leyes puedan abolir su esclavitud y explotación, ellos son considerados como meras cosas o recursos para nuestros fines. Por tanto, para que las leyes realmente tengan un efecto abolicionista sobre los demás animales, debemos eliminar esa mentalidad especista que lo origina.
Una persona no especista educa sobre la igualdad y el respeto por cada individuo que tenga la capacidad de sentir, pues es la única cualidad de vital importancia para el goce de cualquier derecho. Por justicia, cualquier individuo debe ser respetado por igual ya que dicha igualdad no se rige por el color de piel, cantidad de pelaje u orientación sexual, sino por lo que compartimos todas las personas, como vivir y seguir viviendo, buscando la satisfacción de necesidades y deseos.